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La Niña de los Peines (1890 - 1969)

La Niña de los Peines (1890 – 1969)

La Niña de los Peines se llamó Pastora María Pavón Cruz y vino al mundo el día 10 de febrero de 1890 en la calle Butrón del sevillano barrio de la Puerta Osario, según su partida original de nacimiento. Sin embargo, cabe la posibilidad de que en realidad naciera en la calle Castilla del barrio de Triana, como ella misma le dijo al guitarrista Melchor de Marchena, enseñándole incluso la casa ante testigos que aún viven y que podrían corroborarlo. Desde luego, de lo que estamos seguros es de que, siendo niña vivió en Triana. Hija de Francisco Pavón Cruz, de El Viso del Alcor (1853-191?), y de Pastora Cruz Vargas, de Arahal (1858-1922), La Niña tuvo la suerte de nacer en una familia de enorme tradición cantaora, aunque no hayamos encontrado antecedentes profesionales anteriores a su hermano Arturo, que nació en Arahal en 1882. Sabemos que cantaba muy bien por tangos su abuelo materno, el gitano herrero Tomás Cruz El Calilo, y que su padre, al que apodaban El Paíti, conocía y dominaba el cante a palo seco. Por último, alguna vez comentó ella misma que estaba emparentada con los Pelao de Triana, los grandes martineteros del siglo XIX que vivieron siempre en la famosa calle Evangelista, en la mismísima Cava Gitana del célebre arrabal sevillano. Pastora cantó por primera vez en un escenario en una caseta de la Feria de Sevilla hacia 1899. Así se lo contaba al periodista catalán Ernest Guasp para la revista Mirador, el 19 de julio de 1934: “Yo me llamo de verdad Pastora Pavón Cruz, nací en Sevilla hace cuarenta y tres años, en la calle Valle, 19, y soy gitana como toda mi familia. Debuté, por casualidad, o mejor dicho, por delegación, en una caseta de la Feria de Sevilla, donde cantaba mi hermano Arturo, aquí presente, sustituyéndolo un día que había bebido. Esta contingencia solía ser tan frecuente, que decidí comenzar a ser célebre. Entonces tenía ocho años, o sea, que ya hace treinta y cinco”.

La conquista de Madrid

Su debut profesional tuvo lugar en 1903 en la capital de España, a donde viajó acompañando a su madre para visitar a su tía Tomasa, a la que se encontraron de cuerpo presente cuando llegaron. El marido de ésta, Tío Antonio Diánez, escuchó cantar a la niña y enseguida la llevó al Café del Brillante para que la escucharan los buenos aficionados de la Villa y Corte, consagrándose esa misma noche en la nueva reina del cante andaluz. El Tío Diánez se jactaba de este hecho histórico en noviembre de 1911, cuando lo entrevistó para El Liberal de Madrid el escritor Alejandro Pérez Lugín, aficionado al flamenco y a los toros y autor de la famosa película Currito de la Cruz, estrenada en 1921:

La llevé yo, yo y yo. Ocho años hace y me acuerdo como si fuese esta mañana. Iba mi niña de corto y con trenzas colgando. Cuando subió al “tablao”, Ángel Baeza, el célebre “tocaor”, le dio la guitarra y le dijo: “Témplala pa ti”. Y va mi niña y la templa, y se la da. Y va Baeza y se la queda mirando y le dice: “Pero, chiquilla, ¿tú templas por ahí?”

De entre las muchas personas famosas que fueron testigos del debut de La Niña, el pintor vasco Ignacio Zuloaga fue uno de ellos. Dicen que se emocionó tanto con el cante de la gitanita de la ciudad de la Giralda que decidió llevársela a Bilbao para presentarla en el acreditado Café de las Columnas, donde, como no estaba permitido que trabajaran menores, Zuloaga tuvo que sobornar a los guardias para que actuara. Esto demuestra lo encandilado que se había quedado con Pastorcita, a la que le hizo un retrato al óleo con sólo 14 años de edad. El cuadro lo llamó Pastorcita la Gitana. Cuando madre e hija regresaron a Sevilla tras una temporada bajo la protección económica del pintor, los aficionados ya sabían que una paisana había vuelto macandés a los madrileños y a los vascos, y que la habían bautizado con el remoquete artístico de La Niña de los Peinespor unos tientos-tangos que cantaba, que había aprendido de un ciego en la Alameda de Hércules:

Péinate tú con mis peines
que mis peines son de azúcar.
La gachí que se peina con mis peines
hasta los dedos se chupa.

El excelente cantaor malagueño Sebastián Muñoz El Pena, que hizo también las veces de empresario, aprovechó la fama de La Niña y la hizo debutar en el Café de la Marina de Málaga ganando tres pesetas diarias. De Málaga pasó a Jerez, donde ya cobraba ocho duros cantando todas las noches en La Primera, la taberna más reputada de la tierra de Chacón y Manuel Torre. En 1908 ya aparecía Pastorcita en los periódicos y le llovían las ofrecimientos para grabar sus primeros discos, que impresionó para el prestigioso sello Zonophone y fueron muy bien recibidos por los aficionados de toda España cuando aparecieron por las tiendas en 1910. Asimismo, la joven artista fue contratada en los mejores teatros de Sevilla, en los que compartió escenario con artistas como don Antonio Chacón, con el que tuvo algún que otro mano a mano en la calle Sierpes sobre el 1912. Los periódicos hablaban ya de ella como de La Reina del Cante Flamenco, y así iba transcurriendo su vida, de teatro en teatro y de feria en feria, siendo la primera voz del cante y codeándose con los dos fenómenos de la época, Chacón y Manuel Torre, dos cantaores que influyeron bastante en su formación como cantaora, como podemos apreciar escuchando sus primeros discos.

Cuando llegó la ópera flamenca

Cuando a mediados de la segunda década del pasado siglo, Alberto Monserrat y su cuñado Vedrines, los dos empresarios más fuertes de la época, decidieron llevar el flamenco a los grandes escenarios, creando así la ópera flamenca, Pastora, que era una gran profesional, se apuntó a la aventura y recorrió España en aquellas famosas compañías, consiguiendo clamorosos éxitos en decenas de plazas de toros y ganando mucho dinero, con el que mantenía a toda su familia. Era ya madre de una niña, llamada también Pastora, y tenía bajo su tutela a otros familiares. Plantearse, pues, si era más o menos ético cantar en las plazas de toros, como hicieron otros cantaores –su hermano Tomás, por ejemplo, se negó siempre- parecería absurdo, sobre todo después de haber cantado en cafés cantantes, casetas de ferias, tabernas y fiestas de señoritos.

La guerra civil del 36

Cuando estalló la Guerra Civil de 1936, Pastora Pavón ya estaba casada con el gran cantaor sevillano Pepe Pinto, que tenía su propia compañía de flamenco. Les cogió trabajando en Jaén y en vez de volver a Sevilla decidieron marcharse a Madrid por una cuestión de seguridad. La capital de España no había caído aún en manos de los nacionales y era el sitio más seguro para conservar la vida. Pero Pastora no pudo imaginar que se tendría que pasar toda la guerra en Madrid sin poder ver a su hija ni a sus hermanos, Arturo y Tomás. En la Villa y Corte estuvo prácticamente alejada de los escenarios, aunque nunca dejó de cantar allí donde era invitada. El 19 de agosto de 1937 participó en un homenaje a Federico García Lorca, que fue fusilado un mes después del alzamiento militar fascista. Pastora conoció a Lorca con motivo del Concurso de Cante Jondo de Granada, del año 1922, en el que participó como artista invitada, y para ella fue un duro golpe saber en Madrid que había sido asesinado un poeta tan grande y, sobre todo, su amigo del alma y gran seguidor de su cante. Por eso no dudó en cantar en el Cine Salamanca en su memoria, compartiendo cartel con otro gran cantaor sevillano, Manolo Caracol, que también conoció al poeta en el citado concurso, del que fue ganador junto al septuagenario Tenazas de Morón. Cuando Franco firmó su último parte de guerra en Burgos, el primer día de abril de 1939, Pastora y su marido regresaron a Sevilla para reencontrarse con la familia y continuar trabajando. Pepe Pinto intentó montar de nuevo su compañía, pero no era fácil y se enrolaron los dos en la de Concha Piquer, la gran dama de la copla, que había hecho una reposición de Las calles de Cádiz, obra del torero Ignacio Sánchez Mejías que estrenó La Argentinita en octubre de 1933 con gran éxito, porque, al margen de la calidad y el carisma de Encarnación López Júlvez, en la obra trabajaban artistas de la categoría de La Macarrona, El Gloria, La Malena y Pilar López. En la versión de doña Concha Piquer estaban, además de Pastora y El Pinto, las citadas Macarrona y La Malena, así como La Ignacia, María Albaicín, Mari Paz, Pepe el Limpio, Rafael Ortega y Pericón de Cádiz, además del guitarrista Melchor de Marchena. Recorrió algunas ciudades con este espectáculo, pero la gran artista sevillana estaba ya algo cansada y decidió dejar definitivamente los escenarios para dedicarse sólo al cuidado de su hija y su esposo.

España y su cantaora

Tras unos cuantos años haciendo sólo algunas fiestas privadas y participando en homenajes a compañeros, Pepe Pinto decidió crear un gran espectáculo para hacer regresar a su mujer a los escenarios de España. Lo llamó España y su cantaoray la empresa fue un gran fracaso económico. Con textos del autor Molina Moles y música de los compositores Maestro Naranjo y Arturo Pavón, sobrino de Pastora, la inversión fue muy grande y al público no le interesó el regreso de la Niña de los Peines como Pepe esperaba. La obra se estrenó en el Teatro San Fernando de Sevilla el 19 de enero de 1949, con gran éxito. Pero después de recorrer algunas ciudades de España, con éxitos en unas y fracasos en otras, Pepe Pinto cortó la gira en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) para evitar la ruina. Para Pastora fue duro comprobar que el público estaba ya por otras cosas, por cantes más comerciales. “Aquella noche lloré”, declaró años después recordando el fracaso. “¡Tenía tanta rabia de que el público no hubiese comprendido mi cante, que lloré!”.

Homenajes en vida

Los últimos años de la vida de Pastora fueron muy duros, porque vio cómo se fueron poco a poco sus seres más queridos: su madre, su hermano Arturo y el hermano menor, Tomás, la dejaron sumida en una enorme tristeza. Pepe Pinto, al que quería con locura, y su hija Tolita, que se casó y comenzó a vivir su propia vida, eran lo único que le quedaba. Y el cariño de muchos aficionados, porque todos no se pasaron al bando de Antonio Molina y El Malagueño… Córdoba le organizó un gran homenaje en el mes de mayo de 1961 con la participación de muchas figuras del flamenco y un buen número de intelectuales. Y Sevilla, a iniciativa de la Tertulia Flamenca de Radio Sevilla, le hizo un monumento en la Alameda de Hércules, obra del escultor Antonio Illanes. La estatua se descubrió a los sevillanos en diciembre de 1968 y Pastora no pudo asistir por encontrarse ya muy enferma, con la cabeza perdida. El día 6 de octubre de 1969 moría Pepe Pinto. Pastora no lo supo, aunque lo presintió. “¿Se ha muerto Pepe, quizá?”, dicen que preguntó cuando sintió tanto ajetreo en la casa en la madrugada del día anterior. No se lo dijeron, pero ella lo sabía. Pepe la cuidaba con un mimo estremecedor y esas cosas, aunque se esté con la cabeza perdida, se echan de menos. El 26 de noviembre del mismo año moría Pastora Pavón Cruz, la famosa Niña de los Peines, en su domicilio de la calle Calatrava. Tanto gitanos como payos lloraron su muerte por igual y la acompañaron en su último viaje. Sus restos descansan hoy en el cementerio de San Fernando de Sevilla, en la misma tumba que los de su marido y al lado de otro sepulcro sin nombre que guarda los restos de sus padres y de su hermano Tomás . La Junta de Andalucía declaró su obra discográfica Bien de Interés Cultural en el año 1999 y ha creado un premio con su nombre, que hasta ahora les ha sido concedido a Fosforito y a Paco de Lucía. Pero lo más importante de todo, a los treinta y cuatro años de su muerte, es que sigue viva en la memoria de los aficionados. Pastora es aún La Reina del cante flamenco, La voz de estaño fundido, La Emperadora del cante grande. Sus discos no paran de reeditarse y los cantaores jóvenes, como Esperanza Fernández, Mayte Martín, Estrella Morente y Arcángel, entre otros, están bebiendo en esta fuente inagotable. Texto de Manuel Bohórquez Casado