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Teresa Salgueiro presenta O Mistério

Teresa Salgueiro llega a México para lanzar su primer disco como solista, O Mistério.

Especialmente, Teresa Salgueiro estará autografiando discos en una sesión dedicada a sus seguidores, que la conocen desde hace 25 años, cuando grabó Os dias da Madredeus.

La invitación es el sábado 15 de diciembre a las 5 pm en la Librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica, que está ubicada en la esquina de Tamaulipas y Benjamin Hill, en la colonia Hipódromo Condesa.

En la agenda de Teresa también hay conferencias de prensa, programas especiales de televisión («Conversando con Cristina Pacheco», este viernes 14 de diciembre a las 8 pm), y programas de radio («Migrante» de Horizonte 108 FM, el lunes 17 a las 8 pm).

Gana pases para Teresa Salgueiro

Teresa Salgueiro participará en un evento privado el 13 de diciembre a las 8 p.m. Ofrecemos cinco invitaciones dobles, personalizadas, a los amigos de Corasón que nos describan, en un máximo de 100 palabras, cual es el misterio de Teresa Salgueiro.

Corasón avisará a los ganadores a más tardar el 10 de diciembre y recibirán su invitación doble, intransferible, de inmediato.

O Mistério – Teresa Salgueiro

Lista de canciones

  1. A batalha
  2. O mistério
  3. Cántico
  4. Ausência
  5. A fortaleza
  6. A estrada
  7. O inicio
  8. Ando entre portas
  9. A máscara
  10. A fogueira
  11. Lisboa
  12. Senhora do tempo
  13. A paixão
  14. A espera
  15. A partida

Sobre este disco…

El año 2012 ve el lanzamiento del primer álbum de canciones originales de Teresa Salgueiro. Su carrera de 25 años de dedicación ininterrumpida a la música culmina ahora con la creación de un taller de composición, cuyas piezas nacieron del encuentro entre Teresa y los músicos de su elección. Por primera vez, Teresa escribió todas las canciones y las letras del disco. Desde el comienzo, la idea era una búsqueda colectiva basada en un paisaje sonoro singular, cuya construcción reflejaba la contribución de cada uno de los músicos. Provenientes de diferentes áreas, con gran dedicación, todos ellos deseaban buscar y reunir todos los recursos en armonía para lograr un lenguaje común. La inspiración para las letras fue desarrollada en torno a la dimensión humana del misterio de la vida. Durante agosto de 2011, Teresa y los músicos se retiraron al Convento de Arrábida y construyeron desde cero un estudio de grabación complejo. Rodeados por las majestuosas montañas Arrábidas, mirando el océano inmenso, en una atmósfera de contemplación e intimidad, el grupo tomó parte en una experiencia única que marcó indeleblemente este primer trabajo.

¿Qué dicen los medios?

(…) “O Mistério” como su auténtico despegue solista. [Teresa] dispone para ello de una sólida compañía (un cuarteto con acordeón, guitarra, contrabajo y poderosas percusiones) con la que traza una música contemplativa, ensimismada y no muy lejana de aquella espiritualidad que, inesperadamente, nos conmovió en los tiempos de “Existir” (1990)

El País, Fernando Neira

La voz melodiosa, increíblemente clara y poderosa de Teresa posee una amplitud increíble, alcanza el bajo más bajo, tomando inspiración de las oscuras profundidades de la mente, y después trepa sin esfuerzo aparente hasta los más altos tonos de la alegría, con sonidos tan delicados como los repiques del viento. La voz de Teresa es increíblemente rica, y posee una cualidad mística y una flexibilidad sorprendente.

The Rocktologist / Tanja Goršič

 O Mistério por Teresa Salgueiro

El Museo Anahuacalli celebra el 126 aniversario de Diego Rivera

Como cada año desde hace 9 años y con gran éxito, el Museo Anahuacalli celebra el cumpleaños de Diego Rivera con un Festival de Música. Este próximo domingo 2 de diciembre de 2012, de las 13:00 a las 21:00 hrs, las instalaciones del museo se prenden con conciertos, venta de discos e instrumentos musicales, talleres y fuegos artificiales. En esta ocasión, la fiesta será animada por:

Torreblanca

La División del Norte

Belafonte Sensacional

Orquesta Juvenil Ollin Yoliztli

¡y la tradicional Danzonera Acerina!

El costo de la entrada es de $35 e incluye una visita al Museo Diego Rivera Anahuacalli

 

Chavela Vargas en el Palacio de Bellas Artes

El domingo 15 de abril de 2012, Chavela Vargas presentó La luna grande, su homenaje a Federico García Lorca, en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México. La acompañaron Laura García-Lorca, Eugenia León, Martirio, Raúl Rodríguez y sus infaltables Macorinos, Miguel Peña y Juan Carlos Allende. Fue un hermoso, generoso suceso – y sería también el último en México. Compartimos con ustedes fragmentos del concierto, en grabación realizada por Canal 22.

Juan José Gurrola: Buscando a Guty Cárdenas en el scrap-book de mi abuela

 

Para colaborar con el homenaje a Guty Cárdenas fue necesario abrir el cajón de recuerdos y a la voz de “dí por qué, dime abuelita…” abrir el scrap-book que llevaba desde los años 20 en Nueva York, añorando su tierra natal. Destaca, hasta el detalle, el asesinato del cantautor en la cantina-salón BACH, la muerte del aviador Carranza (el ‘good will ambassador’), semblanzas de Will Rogers, Sandino y muchos recortes de poemas mexicanos. Hasta la portada del cancionero PICOT con Guty vestido de charro.

Mi abuela, directora de la Escuela Superior para Señoritas en Orizaba, Veracruz, después de enviudar de Joaquín Iturriaga, decidió «abrir sus horizontes» y viajar con sus dos hijos al vecino país. Al principio se las vieron negras, junto con mi tío Joaquín, dos años mayor, hasta que gracias a la impecable ortografía y conocimiento del lenguaje español empezó como traductora en una revista médica de Parke-Davis (farmacéuticos). Había llegado en barco a la famosa Ellis Island, puerta de los inmigrantes, en 1909 y regresaron a México al fin de la de la Depresión.

Quizá mi vida esta cifrada en un cruce de miradas, entre 1925-29 , en el Hotel Astor (algún 15 de septiembre) entre Maggie (mi madre) y Raulito «El Mensajero del Aire», muy conocido en la radio mexicana, cuando fue con el grupo «Garnica Ascencio» a Nueva York… o, quizá, entre guiños a Guty Cárdenas cuando mi madre lo llevó a que conociera Coney Island. Augusto Cárdenas grababa entonces en la Columbia Phonograph Company y Margarita Iturriaga era ejecutiva o algo.

Después nací yo. En Tolsa # 32. Y heredé la colección de acetatos originales que se trajo Maggie desde Nueva York. Creí haberlos perdido hasta que el maestro Llerenas me habló para efectos del homenaje y grabación de Guty Cárdenas y me recordó que yo se los había regalado. Y sí, como coleccionaba música vernácula le dije: “a ver qué haces con ellos.”

Recuerdo los acetatos verdes de la Columbia y escuchar canciones que nunca salieron a la luz comercial.

“Ay soldado, soldado, soldado,

No te apartes de mi lado”

Y es más, a mi madre y a mí nos enseño a tocar guitarra Juárez García (que era acompañante de Guty) allá por los años 50. Así que el ‘rayito de sol’ de Guty brilló siempre en mi casa y mi memoria.

Nicolás Guillén: La última noche de Guty Cárdenas en La Habana

A fines del año pasado, estuvo en La Habana Guty Cárdenas. Venía de Hollywood e iba hacia la muerte. Hacia la muerte porque hace muy pocos días fue abatido en un café de Ciudad México durante una riña de la cual no tenemos aún detalles en Cuba. No importan los detalles. Lo doloroso, lo hondo, lo punzador es que aquella vida en marcha hacia la gloria ya no es más que un montón de carne que se pudre bajo la tierra.

¿Quién era Guty Cárdenas? Era un intérprete del alma popular de México que se le escapaba armoniosamente de su guitarra y de su voz. Muy joven aún – no llegaba a los 30 años – ya tenía un nombre hecho y le abría los brazos un porvenir ancho. Justamente, regresaba a su país después de una temporada en la ciudad cinematográfica y en Nueva York, donde hizo no poco dinero con sus creaciones. Quizás, ello explicara su posición de ‘marinero en tierra’ en que lo vimos aquella tarde, aturdido y alegre, sin dar paz a los ‘tragos’. Le conocimos entonces y fuimos compañeros de él durante unas horas. Unas horas de arte, de vértigo, que nacieron en un café, entre copas rápidas, y que terminaron — ¡también entre copas! – por la madrugada, en el muelle, al pie del barco en que él iba a dar su viaje último.

Pequeño, nervioso, sonriente, aquél muchacho tenía siempre la mano abierta para el recién llegado. Todavía con la sal del Atlántico amargándole la boca, nos abrazamos como antiguos compañeros, sin más trámite que el de la presentación. La de los artistas es un alma a flor de piel, desbordante y cálida, que acoge o rechaza sin trabas, en una ruda simplicidad. Y Guty era un artista.

Las horas que Guty estuvo en La Habana fueron realmente una anticipación cordial de su México próximo.

Cuando llegamos hasta él no hubo más aviso que un ‘telefonazo’ de Fernández de Castro – ya brillaba alrededor del cantante, distribuida entre las mesas de La Zaragozana, toda una ‘corte de honor’. Un coronel mexicano. Un comandante. Un capitán…Casi era para sentirse uno un poco humillado de ser civil, o cuando más, un simple soldado raso, entre aquel vigilante estado mayor. Pero no había que temer. Eran militares sin uniforme y sin belicosidad lanzados del hermoso país hermano por el flujo y reflujo de las revoluciones.

— ¡A ver! – gritó Guty en seguida. Una copa más para este compañero… ¿Bacardí?

Nosotros aceptamos, entre la nube de una sonrisa:

Sí… Bacardí…

Por lo demás, aquellos magníficos compatriotas del compositor yucateco, admiradores de su guitarra y de su voz, no lo dejaron verdaderamente un minuto libre, ¿Y para qué? ¿Qué libertad hubiera sido la de andar en esta luminosa ciudad del trópico con las manos en los bolsillos y la garganta seca, como un turista sin espíritu? Todos le acolchaban el tiempo, para que no lo sintiera, disputándonos a los cubanos el derecho a la gentileza. Todos lo abrazaban por turno implacablemente, todos se llenaban la boca de orgullo para nombrar a su paisano.

De entre ellos destacábase particularmente un joven pequeño y fino, quien, mientras los demás hablábamos con esa locuacidad que dan los primeros tragos, se quedaba mirando al trovador como si este fuera un ídolo. Era una borrachera de admiración ingenua y alcohol cubano, que se traducía en una adhesión total. Bastaba una frase, un chiste, una referencia artística, para que el idólatra moviera la cabeza, como una abuela ante las gracias de su nieto:

–¡Ah qué Guty! ¡Qué Guty!

Y después agregaba, poniéndose de pie, con la voz llena:

–¡Señores: éste es Guty Cárdenas que viene de Hollywood!

Al cabo, alguien recordó que estábamos convidados a comer. ¿Dónde era la comida? También en casa de unos compatriotas, o mejor dicho, de una señoramexicana casada con un español que ama mucho a México y para quien la llegada de Guty constituía un acontecimiento nacional. Era en la calle Cárdenas, y hacia allá partimos todos, envueltos en esa nube rosa que es la primera etapa de la embriaguez.

Cuando llegamos ya había visitas en la casa para conocer al extranjero. Para verle de cerca, para palparle. Porque todos le habían admirado ya en la pantalla, durante la proyección de un film en que Guty apareciera cantando aires de su tierra.

Bien pronto surgió una guitarra. Pobre guitarra de pueblo, de cuerdas menos obedientes que las de la Pancha del trovador, cuando éste la domó, castigándola a su gusto, cuando anunció con un gesto autoritario que iba a cantar, se hizo un silencio emocionado y sonriente. ¿Qué iba a cantar Guty? Cosas de México, seguramente. ‘Ojos lindos’, acaso. ‘Rayito de sol’, quizá. Pero, no: aquellas manos rasgaban la guitarra en una forma demasiada conocida para los cubanos, e iban moldeando una armonía nuestra. Al fin cantó:

Anagüeriero boncó

subuso encanima illamba,

abacuá efó;

encruco ubonecue,

abacuá efó …

Fue una interpretación justa, viva, cálida, del ya olvidado motivo afro. ¡Guty era, también, cubano!

Después, sueltos de nuevo en la calle, toda la noche fue de goce sin margen. Parecíamos unos pequeños demonios en libertad. ¿Cuándo iba a terminar aquello? Y sobre todo, ¿cómo iba a terminar? Hacia las dos de la madrugada, alguien creyó prudente recordar a Guty la necesidad de volver al barco:

–¡Que pierdes el barco y que te quedas, compañero!

–¡Qué barcos ni que cosas, amigos! Yo me quedo en La Habana y que se lleven mi Pancha

Costó trabajo convencerlo. Ya en el muelle, divisamos un bar. Bar de puerto, lleno de marineros y de gente alegre con la cara oscura de sal y de sol. ¿No estaba ya listo todo? ¿No era ya cuestión de decirnos adiós con los ojos cansados y el espíritu turbio? Pues no, señor. Había que tomar ‘la penúltima,’ de verdad era para despedirnos…

Y al bar nos fuimos.

En realidad, fueron ‘las penúltimas’. Al amparo de ellas, brotaron en seguida nuevas amistades fugaces, esas amistades que nacen en las barras y que mueren con el alcohol que las engendra. Cariño expresado a gritos. Chocar de vasos. Amor a Cuba y a México… Allí por poco hay pleito. Sólo que nos las hubimos con un policía filósofo como el de ‘Crainqueville’, que tapió sus oídos para nuestras majaderías y para ‘La Internacional’, cantada a voz en cuello.

Cuando regresábamos con Guty otra vez hacia el muelle, nadie pensaba –¿cómo iba a ser? – Nadie pensaba en su muerte, en la extinción de aquel muchacho acogedor y franco, que llevaba el corazón en los labios. Le vimos saltar al vapor y perderse en él, con la mano en alto, con la sonrisa como una flor, diciéndonos adiós y prometiéndonos regresar muy pronto. Pero aquel adiós y la sonrisa aquella no iban a volver jamás. Ya Guty es solo un recuerdo grato en la mente de sus amigos, y una guitarra muda, y un poco de polvo, y unos cuantos metros de película que nos devolverán fugazmente su imagen, y unos cuantos discos fonográficos en los que gira aprisionada su alma musical.

Texto proporcionado por Beatriz Heredia de De Pau y tomado del libro ‘Prosa de prisa’ de Nicolás Guillén, 1929-1972, Tomo 1, pp 50.