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Crónica de Corasón: Oumou Sangare

 

 

 

 

 

En 1999 lanzamos ‘Worotan’ con un video de la cantante de Mali, Oumou Sangare y nos hicieron el favor Carmen Aristegui, Blanche Pietrich y Ery Cámara de presentar el disco. Unos meses después, Oumou vendría a México para inaugurar el Festival Cervantino y presentarse en el Zócalo y cinco ciudades más. Todo bien hasta que nos hablaron de Mali diciendo que Oumou había decidido no venir porque no sabía nada de México. A una amiga maliense se le ocurrió decirle que se trataba del país de ‘Marimar’, telenovela que tuvo gran éxito en Mali. Esto fue lo suficiente para convencerla, aunque Oumou no sabía que su fama como la importante luchadora social que había sido le había marcado de antemano y que en aeropuerto de la Ciudad de México estarían esperándola grupos de mujeres que larecibieron como la salvadora africana contra el machismo mexicano.

 

 

Oumou estaba fascinada en México. Cautivó con su conferencia de prensa y luego en Guanajuato recogió semillas mexicanas para plantarlas en su jardín en Bámako. En el Zócalo foto con Jesusa cargó la bandera frente a una gran marcha feminista que iba rumbo a Washington, ella gritando “no más violence”, en su flamante español. Después, desde el escenario, anunció que ama a las mujeres, y a los hombres también.

 

 

La gira terminó en Cuernavaca en donde Oumou anunció a sus músicos que había que dar todo, aún más que en cualquier concierto previo, porque le gustaba mucho estar en México. Lo único que le frenó fue la lluvia así que Oumou prometió regresar y lo hizo en 2004 para lanzar su disco doble, ‘Oumou’. Ese mismo año regresó una segunda vez para presentarse en el Zócalo en un concierto que compartió con Omara Portuondo y Eugenia León.

 

El disco más reciente de Oumou es Seya e interpretó temas de él en su cuarta visita en octubre del 2012 cuando se presenta en el Festival Cervantino y en el Plaza Condesa.

 

Siempre con Swing: Orlando ‘Cachaíto’ López

 

 

En la película de Wim Wenders, las cámaras sorprenden a Orlando ‘Cachaito’ López haciendo cola y probando varios teléfonos públicos en las calles de Nueva York, como si fuera cualquier visitante latino con ganas de contarle a su esposa e hijas lo bien que lo estaba pasando. Es una imagen que reconocimos de las siete u ocho veces que trabajamos con él aquí en México; mientras que – en su tiempo libre – los demás músicos buscaban cuerdas, tragos, amigos, tiendas o descanso, Cachaito siempre quería tarjetas de Lada para poder llamar a Cuba. El mes pasado se nos fue, a la edad de 76 años, este hombre ordinario con un talento extraordinario, en el que convivieron siempre ambos, sin ninguna dificultad.

Tal vez su habilidad musical no haya sido una sorpresa para Cachaito porque en su casa ser un gran bajista fue casi la regla. Él contaba a 30 bajistas en línea familiar directa y varios de ellos – notablemente su tío Israel ‘Cachao’ y su padre Orestes—ganaron mucha fama dentro y, en el caso del tío, fuera de Cuba. Cachaito compuso su primer danzón a los 13 años, a los 17 se instaló como el bajista del legendario Arcaño y sus Maravillas. Tocaba en el Orquesta Riverside y, en su tiempo libre, acompañaba a Omara Portuondo en el Rincón del Filin y a Cesar Portillo de la Luz en el Gato Tuerto. Descargaba con amigos y mantenía su lugar en la prestigiada Orquesta Filarmónica Nacional.

Esta enorme capacidad para tocar música con la perfección y disciplina del conservatorio y el alma y espontaneidad del músico popular, es un don que se encuentra más fácilmente en Cuba que en otros países, aunque Cachaito sobresalía aún dentro del ambiente privilegiado de la isla. Un conocido director de orquesta de Europa Oriental lo vio tocar música tradicional en la televisión. En el ensayo del día siguiente, le preguntó a Cachaíto cómo hacía para tocar tan diferentes géneros a ese buen nivel: “siempre lo he hecho” respondió. Cachaíto asumía su herencia y su talento musical con gran naturalidad y sin interés protagónico. Lo que le gustaba era disfrutar la música y experimentar con ella siempre. Un excelente fotógrafo mexicano fue a la casa para hacerles una sesión de fotos a Cachaíto y al percusionista Miguel ‘Angá’ Díaz. Me sorprendió que, en algún momento, pidió a los dos músicos que intercambiaran instrumentos: Cachaíto con las tumbadoras de Angá y éste con el bajo. Unos años después me di cuenta que la petición era sabia: un video en Youtube muestra a Cachaíto provocando al percusionista a sacar sonidos de su tumbadora como si fuera un cordófono mientras que él disfrutaba tocando su bajo en un estilo totalmente percusivo.

El talento de Cachaíto era tan grande como su generosidad. Eduardo Llerenas, recién regresado de Mali en donde había grabado al legendario cantante tradicional Kasse Mady Diabate y su grupo, quería reforzar la línea del bajo en algunos de los temas.

Cachaíto aceptó la invitación y Eduardo viajó a La Habana y fue al departamento de Cachaito en donde su esposa, la compositora Anais Cruz, les había preparado unas colas de langosta a la criolla. Después de comer, Eduardo le entregó a Cachaíto las cintas grabadas en África y regresó a su hotel. A la mañana siguiente, Cachaíto llegó al estudio con papeles pautados en mano y empezó a grabar lo que había escrito. En menos de dos horas, estaba todo listo. Cuando Kasse Mady escuchó el resultado de esta sesión dijo una sola frase: “Me parece que este señor nació en Mali.” Cachaito mantuvo un gran sentido del humor, siempre, frente el mundo en general y su música en particular. Nos contó entre risas de su experiencia al estar grabando y viendo la cara de un D.J. francés en su éxtasis muy personal, al otro lado de la vitrina del estudio. Fueron los meses anteriores al lanzamiento de su CD como solista, Cachaíto, en el cual el bajista rompe totalmente con el esquema de los discos previos de la serie Buena Vista Social Club, mezclando el free jazz con el funk, el DJ y la santería.

Aunque Cachaíto se divertía mucho experimentando con la música a situaciones límite, era un músico muy sólido y confiable en su papel de bajista acompañante de las estrellas del Buena Vista Social Club. Siempre lo veías allí en el frente del escenario, al lado de Rubén González, como el puente entre el gran pianista y la orquesta. Como don Rubén era un magnífico improvisador, Cachaíto respondía a cualquier cambio, por pequeño que fuera, estableciendo una conversación muy intensa entre el piano y el bajo. En este papel, Cachaíto se consideraba como un colchón: “siempre ahí apoyando lo que está pasando en la música; siempre ahí para apoyar al solista.”

Afortunadamente la música sigue tocándose en casa, ya que sus dos hijas –Lázara y Georgina— son excelentes músicos y, en lo que al bajo se refiere, contamos con las diferentes generaciones que aprendieron directamente de Orlando ‘Cachaito’ López durante sus 32 años como maestro del Conservatorio Guillermo Tomás. Que en paz descanse.

Por Mary Farquharson
Publicado en Music Life