La conocimos en 1992, cuando tenía 56 años y Eduardo me acompañó a Veracruz para un reportaje periodístico. Fuimos a Los Portales a tomar una cerveza y pedimos un son. La voz –con gran sentimiento del son jarocho– y la manera antigua de tocar el arpa, nos cautivaron e hicimos planes para volver a Veracruz a grabarla. ‘La Negra Graciana, sones jarochos’ fue uno de los primeros discos que produjimos bajo nuestro sello Discos Corasón. Todo fue espontáneo e inesperado. Mandamos el disco, muy fresco y sencillo, a unos productores franceses que la invitaron a tocar en el legendario ‘Teatro de la Ville.’
Luego la acompañamos al Royal Festival Hall y el Barbican Centre en Londres; al Harbourfront Centre de Toronto y otros foros nacionales e internacionales. Pedimos a Los Lobos que se subiera a tocar con ellos en el Zocalo; grabó con Los Chieftans y hubo muchas aventuras más de por medio. Fue una experiencia riquísima, un gran privilegio andar con ella en el rancho de su hermano Pino, en su casa en las afueras del Puerto, en Chicago en donde insistió en llevar tortillas a su casa. Hubo mucha música, risas, sonrisas y un poco de llanto. ¡Que descanses en paz, Graciana! Una gran persona que nos enseñó mucho y no solo de la música.
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