Oumou Sangare, por Ery Camara

 

Es imposible ignorar la majestuosidad del ave fénix, sobre todo cuando en su canto reconocemos a Oumou Sangare. Discos Cora Son y el festival Cervantino atinaron en invitar a la cantante maliense, la defensora de las causas femeninas, el ruiseñor del Wassoulou, la sirena de Madina Dyassa.

Aquí está Oumou, nos lo manda el Wassoulou; su voz recorre alegremente aldeas y ciudades, atraviesa cielos y océanos. Destaca por ser la que mejor comunica la intensidad de las pasiones y los sentimientos sofocados. Ella le canta a la luz y a la vida y no a quien abuse de ellas, no a quien abuse de autoridad o de poder para aplastar a su prójimo; tampoco al despreciable macho mujeriego ni al tirano. Este don de parir verdades en su canto, nada ni nadie se lo puede arrebatar porque ella lo esculpe tal una princesa en satinados vestidos.

El Wassoulou, provincia sureña de la República del Malí se encuentra a casi 300 kilómetros de la capital Bamako, es el hogar de los Bamana, los Foula y de los Mandinka o Mandingos en castellano. Cuna de grandes sabios y cazadores, siempre fue deleitada en sus hogares y sus celebraciones por las más bellas voces femeninas. Los Bamana se designan a sí mismos como »el refugio de la sabiduría» ba mana en bamanakan, es decir la lengua en que canta el grupo étnico de Oumou Sangare y que los colonizadores redujeron a bambara. Lo que queda del imperio mandingo que floreció del siglo IX al XVI es una nación pluriétnica que reúne malinke, bamana, bozo, songhaï, dogon, senufo, además de otros migrantes.

Creyentes y decididos a combatir la pobreza y el subdesarrollo, artistas como Oumou Sangare son considerados como la frescura más espontánea de las tradiciones ancestrales. Para los bamana, ser detentor de la palabra »kuma» es resguardar y transmitir la fuerza divina. Maa n’gala, el ser supremo al sentirse solo, creó a Fan, el huevo del mundo con sus nueve divisiones en las que introdujo nueve estados fundamentales de la existencia. De ahí, surgieron los veinte primeros seres que constituyeron las fuerzas del universo. Al darse cuenta que ninguno de ellos podía convertirse en su »kumanyon», es decir su interlocutor, de cada uno de estos veinte seres extrajo una porción para hacer la mezcla a la que sopló para crear al hombre »Maa-o Mo»; es decir la primera palabra que compone su propio nombre divino, pero convertido en el guardián de la armonía del universo. Los juglares son entre las castas, los maestros de la palabra en el sentido de acción, desencadenan en sus cantos, energías potentes de esta fuerza vibratoria y latente que es el ritmo subyacente en la palabra. Ascendente se carga de sacralidad y bajando de los cielos conserva su origen divino. ¿Cuántos jóvenes se iniciaron en estos secretos que hacen que la palabra tenga su aspecto diurno y su aspecto nocturno?

El canto femenino bamana conocido como Tyéwodo y el Bari es un movimiento que aceleró la liberación de las mujeres malienses en todos los periodos. No se contenta con denunciar, sino que siembra una contestación que a menudo surte efectos concientizadores. Pero es obvio que tomará tiempo para borrar las costumbres fosilizadas que frenan la emancipación que requieren las sociedades desestabilizadas por las injusticias y las arbitrariedades acumuladas.

En el Wassoulou, el canto popular es más abierto a valores democráticos que a las alabanzas a la opulencia. Sangare, Sidibé, Diakhité y tantos otros apellidos foulas son las huellas de intercambios milenarios y mestizajes entre las etnias que filtran la experiencia cultural que transgrede las fronteras. Por eso Oumou Sangare trae un mensaje del Wassoulou: unirse para luchar por la libertad, por un mundo más justo, más solidario y con tradiciones sujetas a las más rigurosas críticas que aspiran a una mayor conciencia. Un despertar y una liberación del potencial creativo que duerme en cada miembro de la comunidad cuando las reglas que la rigen son reencauzadas, proyectan círculos concéntricos de ondas expansivas en la escala de cada familia. El río Níger, el Dyoliba es la serpiente de oro que las abreva, las limpia, las transporta y las alimenta desde milenios. Las familias bamana conciben sus canciones como una luz viva sobre el estado de la sociedad y de la cultura en un momento dado de su historia. Las notas musicales desgranadas del »n’goni», arpa predilecta de los cazadores, ejecutan una cabalgata a cuyo paso se desparraman coros que entonan los gestos hasta su paroxismo. Virtuosa de la moderación y de la modulación, la prodigiosa voz de Oumou atraviesa esta arquitectura musical con una cualidad inigualable. Ella es la pluma del espíritu, la miel de la unión y la sangre que irriga los lazos comunitarios. Vínculo entre los diferentes estratos sociales, los ancestros y las divinidades, los juglares bamana pueden frenar los abusos y educar la sociedad, su labor no es la vida parasitaria de los aduladores sin principios.

En el »Koteba», manifestación artística contra los abusos de autoridad, la impunidad y la violencia, ocurre esta fusión original que los bamana llaman »Foli», la raíz fo significa decir. Es la revelación en la que la modulación del canto, el ritmo de la música y la danza convergen para dar a la expresión su pleno sentido de »decir el decir». Bailando, hablan, hablando hacen música y sus pasos inscriben en el piso los signos que dibujan el sentido de su palabra. El canto refleja los símbolos, cuenta los hechos y sigue las transformaciones profundas advirtiendo de los peligros que acechan las nuevas generaciones. Canciones que expresan todas las esperanzas y todas las heridas, todas las irritaciones, todos los temores, todas las necesidades y todas las aspiraciones. »Donkilila» significa cantante, viene de don kili, la llamada del baile y del conocimiento. Las tradiciones que llegan despojadas de su significado original profundo, se convierten en manos de los no iniciados, en formalismos o representaciones convencionales sin chispa de vida y así congelan los valores humanos.

Decía el poeta Léopold Sécar Senghor, »la mujer está en el principio y el fin de todo en el Mande» (imperio del Mali). En efecto, Sogolon Diata, más conocido como Soundiata Keita, el león hijo de la mujer búfalo, lleva como apellido el nombre de su madre quien fue la burla de sus coesposas cuando lo parió casi discapacitado. Soundiata Keita, el heredero, emperador del Mali es el hijo de esta mujer que mostró resistencia a ser esposada con precipitaciones. Sogolon Kedyou es una mujer venerada porque siempre vigiló la educación de sus hijos y cultivó la concordia en su familia.

Soundiata Keita, Manding Diara, el león del Mande, Hijo de Sogolon, Nare Maghan Diata, el león de Nare Maghan, Sogo sogo símbon salaba, héroe de nombres múltiples, es el emperador que venció a Soumangourou Kante, emperador de Ghana (otro imperio muy importante en el Africa occidental) en el siglo XII y con él, el imperio conoce su mayor expansión territorial y su influencia política, económica y cultural llega a distancias tan lejanas de sus fronteras como Nubia. El imperio del Malí era próspero y su territorio abarcaba lo que son Senegal, Guinea, Gambia, Malí, Guinea-Bissau, parte de Mauritania, y más al sur, sus manifestaciones culturales fueron llevadas por sus comerciantes hasta Liberia, Níger, Sierra Leona y en los reinos vecinos. Su prosperidad fue tal que cuando Kankou Moussa, uno de los herederos de Soundiata, viajó a la Meca, con la cantidad de oro que transportaba su caravana, desestabilizó el mercado bursátil local y tuvo repercusiones en la economía del Mediterráneo.

Los cantos de Oumou traen en mi memoria, el poema »Mujer negra», de Senghor, creo que es un homenaje inigualable para todas las mujeres que como ella, nutren la comunidad con la alegría que siembra su sensibilidad.

»Tam-tam esculpido, tenso tam-tam

que retumba en manos

Del vencedor

Tu voz grave, de contralto, es el canto

de la Amada

¡Mujer desnuda, mujer oscura!

Aceite que ningún soplo agita, aceite

tranquilo en los

Flancos del atleta

En los flancos de los príncipes del Malí

Gacela de ataduras celestes, las perlas

son estrellas en

La noche de tu piel

Destellos de los juegos del espíritu, los

reflejos de oro rojo sobre tu

Piel que tornasolea

Bajo la sombra de tu cabellera, se

ilumina mi angustia con los soles

Próximos de tus ojos

¡Mujer desnuda, mujer negra!

Yo canto tu belleza fugaz, forma que

fijo en lo eterno

Antes que el destino celoso te reduzca

a cenizas para

Nutrir las raíces de la vida.

Muy pocos hombres africanos, sean maridos, hijos o compañeros, han abordado en el contenido de sus canciones, el sufrimiento de las mujeres o las revisiones de la conducta masculina para reparar las injusticias acumuladas en el seno de las familias. Había que esperar a Oumou Sangare, la extraordinaria voz que cimbra con vehemencia el Wassoulou y lo recrea por medio de una música irresistible y contagiosa. Hija pródiga de la tradición, es su expresión más innovadora y más transgresiva. Nountélé Diakhité y Aminata Diakhité, juglares muy solicitadas en las ceremonias y los rituales bamana, son respectivamente la abuela y la madre de Oumou Sangare. Ellas entregaron a Oumou sus herramientas desde temprana edad. Agradecida, ella les canta: »No todas las mujeres alumbran una estrella, Aminata madre de Oumou, tú si lo lograste. Gracias a Dios, la esperanza y los deseos han sido cumplidos». Su experiencia formativa en el Ensamble folclórico del Malí consolidó su vocación musical. Oumou penetra con hondura la realidad de la condición femenina y alumbra canciones que despiertan el espíritu. Quien aprecia su música, se dará cuenta que ella no está en contra de sus tradiciones, más bien lanza sus dardos en contra de las alteraciones que no se corrigen. Se ha dado como misión depurar y purificar lo valioso de las tradiciones para que se despeje de lo obsoleto y se renueva con júbilo. Cuando reinan las armonías de Oumou, ninguna frontera puede resistir la buena música. El toque que sacude, el »llegue» como dicen algunos mexicanos, es este reconocimiento que nos familiariza de manera sorpresiva cuando comulgamos con sus canciones. Sus cadencias voluptuosas y sus inflexiones moduladas atenúan las tensiones, ensanchan el campo de nuestras visiones y no permiten indiferencias. La siguiente reflexión que madura Souadou Diabate, activista social a favor de la emancipación de la mujer maliense nos acerca a los conflictos que revela y combate nuestra cantante.

»¿Me pregunto si la poligamia no es un sinónimo de la infidelidad del hombre? Es una caja que una vez abierta, no cesan de surgir problemas».

Oumou canta el amor, dedica sus reverencias a tradiciones ancestrales con una sonrisa sonora que llena nuestro cuerpo de estremecimientos y latidos contagiosos. Sentir y bailar la música de Oumou va más allá de nuestros pasos, es responder a un llamado que libera tanto al hombre como a la mujer. Hay que reconocer que los tiempos han cambiado, cualquier tradición que no se ajuste ante los reclamos y las desaprobaciones, es una dictadura que lacera las posibilidades de bienestar. Hoy en Oumou se escucha la voz de las mujeres africanas y la de todas las mujeres del mundo, decididas y unidas para defender sus libertades. El éxito de la cantante y su conjunto en el ámbito local y global se incrementa más porque motiva y anima una emancipación y una solidaridad. Este mutuo respeto al que aspira Oumou, revela el amor y las contradicciones que obstruyen su realización.

Esta participación plena que reclaman sus canciones, poco a poco se percibe en los cambios de actitudes que suscita el arte de Oumou Sangare en la conciencia de jóvenes y adultos. Inmersa en sus tradiciones, ella es la manifestación más clara de las mismas cuya contemporaneidad siempre trasciende. Ella misma las reconoce como la fuente de lo más puro porque en ellas nadie es esclavo de nadie. Ronca, dulce, firme e imponente, la riqueza de sus matices y melodías denuncia lo que muchas temerosas del »qué dirán», ocultan o callan dolorosamente. Construyamos un mundo mejor que todos podamos disfrutar, sólo así Maa n’gala, nuestro interlocutor nos ofrecerá nuevas correspondencias.

Esta artista a sus 32 años se desliza en cadencias iluminadas por una sonrisa y el centelleo de una mirada que inspira la libertad y la confianza. Su repertorio de proverbios, adagios, moralejas y parábolas, su crítica social y sus exhortaciones a la perseverancia, hacen que su música sea enraizada en el corazón de los verdaderos melómanos animistas. Aquí está el pájaro del Wassoulou con la palabra fecunda, al igual que los escultores de Tyi wara, se abreva en el pozo que satisface la sed del caminante.

Worotan (diez nueces de kola) título de este disco, es símbolo de paz, concordia y reconciliación pero, lo es también de alianzas, pactos y compromisos en la mayoría de las etnias del Africa subsahariana. Repartidas en ofrendas, o como cortesía, estas nueces permiten comulgar y bendecir los lazos matrimoniales, los bautizos y las despedidas. La mayoría de las consultas a alguna autoridad, se hacen ofreciendo primero, nueces de kola. Sirven las diez nueces para aplacar las consecuencias del divorcio y reafirmar la confianza y la amistad. La kola es símbolo de esperanza y de fe para el hombre de principios. La nuez es la figura de una pareja armoniosa hecha fruta para excitar la mente. Diez nueces de kola entonces, son la recreación de los veinte seres primigenios que recuerdan la obra divina. De estos seres de los que provenimos, se origina la palabra creativa, la palabra empeñada que cantan los juglares como Oumou Sangare. El mundo nació del amor, sólo el amor perfeccionará el bosquejo del mundo que Dios encargó al hombre para perfeccionar su obra. La kola celebra este compromiso del ser fustigando el estancamiento y los fanatismos estériles, las tentaciones y las trampas que acechan la verdadera educación.

Al lado de artistas legendarios como Salif Keita, Ami Koita, Ali, Farka Toure, Nahawa Doumbouya, Toumani Diabate y Sali Sidibe, Oumou Sangare nos trae a México la cultura de los pueblos que algunos cronistas, historiadores y antropólogos consideran los herederos de Bakari II, emperador maliense que atravesó el océano Atlántico en el 1312 de nuestra era y pudo llegar a costas americanas. Se supone que son ellos los que se mezclaron con los primeros habitantes de América asegurando así, el florecimiento de las culturas Incas y Olmecas. En esta gira, Oumou Sangare tiene como invitados a dos miembros de la legendaria familia Diabaté detentores junto con los Kouyaté, de la epopeya mandinga. Kassé Mady Diabaté y Lafia Diabaté, cantantes renombrados de Kela, el centro para la enseñanza del arte de hablar y contar la historia del Mande, son dos de los mejores cronistas de nuestra historia. Así que tenemos la gran oportunidad de descubrir entre las pulsaciones del n’goni, del kamalengoni o del dozongoni, los ritmos de los dyembe, las guitarras, las flautas, los violines, la kora y los guajes, las voces más ricas de la lengua Mandinga. Bienvenida a Oumou Sangare y sus huéspedes. Que el regocijo de su talento llene nuestros corazones.

Texto de Ery Camara, publicado en el periódico La Jornada el 4 de octubre de 2000