Una calabaza grande cortada a la mitad, una cubierta de cuero para eso de la resonancia, un puente –como el de las guitarras, sí, con todo y muescas— y cuerdas sujetas a un mástil. Es todo lo que se refiere a uno de los instrumentos más extraños que de no hace mucho para acá África ha dejado entrever para presumirlo en Occidente. En cuanto al sonido, se trata de belleza virginal, las armonías celestiales que produce el arpa, sólo que el kora posee aún ese toque que recuerda a las aves volando a ras de la sabana africana. Irónicamente, el kora es un instrumento creado por los djinns, es decir, diablos y ángeles, respetados y temidos, aunque la palabra “djinn” para los árabes significa simplemente “ángel”. Pero volviendo a lo nuestro, instrumento y sonido ya están, la tercera parte, la más importante, la constituye el korista, y qué mejor que sea uno de los músicos fundamentales del continente africano, Toumani Diabaté, quien, por cierto, también, ha trabajado tiempo extra para colocar el kora en el gusto del público mundial. Y cómo no había de ser de esta manera, si a Toumani lo cobija la sombra de un árbol genealógico de 71 generaciones en las que el estudio y digitación del kora pasó de padre a hijo. En la obra “Variaciones Mandinga”, un álbum absolutamente acústico que se lanzó en febrero de 2008, Toumani aplica simplemente lo que sabe hacer y el resultado es de una pureza de sonidos que se suceden en una arcadia de luminosidad excepcional. Como acotación al margen: “Variaciones Mandinga” es un trabajo de Toumani como solista, una idea que el korista esperó pacientemente 20 años para retomar, ya que su álbum-debut lo interpretó él y su kora, nadie ni nada más. ¿Quieres escuchar a Toumani Diabaté en todo su despliegue de habilidades, en toda su fidelidad de sonido? Búscalo en SoundCloud (https://soundcloud.com/world-circuit-records/toumani-diabate-cantelowes).
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