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Cantando bajo la lluvia: Crónica de una gira

“Goran… culero … Goran… culero,” los gritos de frustración iban creciendo afuera del Palacio de Gobierno de Cuernavaca, en donde Goran Bregovic se asilaba de la lluvia torrencial que había destruido tres consolas, imposibilitando técnicamente el concierto programado para la Plaza de Armas.

Goran quería cumplir con el concierto que había preparado para cerrar con broche de oro la gira mexicana de dos semanas. Hace meses había invitado a músicos morelenses a acompañarle en éste concierto. Él había escogido siete temas de su repertorio y un joven director de bandas –José Mauricio Miranda– había arreglado las partituras para alientos. Diecisiete músicos de la Banda Sinfónica Juvenil de Morelos habían ensayado con Goran para poder acompañarle de manera profesional.

Al ver la imposibilidad de tocar al aire libre, Goran se sentó solo en su camerino –una carpa que hacía pensar en los albergues temporales para la gente que han perdido sus casas en estas terribles tormentas– y decía calmadamente que el concierto se tenía que realizar.

No es cualquier cosa sonorizar espontáneamente un concierto de Goran Bregovic; la preparación suele tardar cuatro horas, pero su ingeniero, junto con un excelente equipo técnico local, lograron preparar el Teatro Ocampo en poco tiempo para que el público que seguía esperando a Goran pudieran escucharle con buen sonido y protegidos de la lluvia. Pasadas las 11, empezó el concierto en el Ocampo con un público que sentía cada nota, entrando en la euforia gitana con su baile y su canto, pero también que escuchaba en silencio la belleza de los cantos polifónicos de las dos búlgaras que Goran incorpora en su repertorio tan acertadamente.

El único momento en que Goran se enojó, durante una larga noche de emociones encendidas, fue cuando se mencionó la idea de cortar el concierto en el Ocampo, por el temor de que el teatro no aguantara los brincos de un público muy energético. Gritó algo fuerte en serbio a su manager y siguió tocando.

Así que Goran Bregovic y su Banda para Bodas y Funerales ofrecieronel concierto completo, sin cortar un solo número, terminando después de la una de la mañana. “I will never forget this show”, dijo Goran al público y, aunque vuelva a vivir un drama igual de intenso durante su próxima gira a Rusia y Ucrania, sin duda la respuesta mexicana a su música le había conmovido profundamente.

¿Cómo mantener estos niveles de entrega y, al mismo tiempo la sencillez humana, después de tantas décadas en la cima de su profesión? “La música viene de las partes más profundas de uno y allí mismo la recibe el público”, Goran había dicho en Guanajuato, en una conferencia que ofreció antes de su primer concierto, en la Alhóndiga de Granaditas, para el Festival Cervantino.

Aquel concierto, también al aire libre pero con un escenario más cubierto, logró terminarse, a pesar de otra tromba que, en algún momento, apagó las luces, dejando que la única iluminación fuera la de los relámpagos. Como el sonido seguía intacto, Goran y su grupo no dejaron de tocar. El público se entregó con pasión gitana, una chava le aventó su sostén, gesto que le divirtió a Goran, a pesar de no mostrarlo en el escenario. “Me acordé de mis tiempos como estrella de rock”, comentó después.

Había abandonado el rock con el creciente nacionalismo serbio que luego estallaría en la guerra que acabó con Yugoslavia y llevó a Goran al exilio en Francia. Hoy vive entre Belgrado (en donde tiene su estudio) y París en donde vive su familia. Cuando no está componiendo música contemporánea, con la fuerte influencia de la cultura gitana que tanto admira, trabaja en su segunda ópera y actualmente en una sinfonía para violín que se la ha encargado la prestigiada Birmingham Symphony Orchestra.

Conozco a pocos artistas con la capacidad de enardecer a públicos tan diversos con géneros musicales muy distintos. Por su trabajo en el cine y su capacidad de componer música muy arraigada a las tradiciones milenarias (y con una personalidad muy propia y rebelde al mismo tiempo) me hace pensar en Ry Cooder, aunque las influencias musicales son totalmente diferentes.

“Soy uno de los millones de compositores fascinados por la música gitana”, dice y, aunque él no tiene sangre roma –su papá fue croata y su madre serbia– nos explica: “de dónde vengo yo, la música es trabajo de gitanos así que siempre he trabajado entre los gitanos”. Un buen compositor crea música que habla claramente del lugar de dónde viene, según Goran. “Si tienes prisa, comes en Macdonalds y escuchas MTV, pero si lo que quieres es festejar, tocarás tu propia música, comerás tu propia comida y buscarás a tus propios amigos. No creo que eso cambiará nunca”.

Así que la música de Goran le identifica claramente como gente de la región de los Balcanes, aunque lo que crea es al mismo tiempo tan universal que provoca que la gente la asuma como propia y responde apasionadamente como tal. En estos tiempos cuando la globalización tiende a diluir la cultura, Goran canta en serbio, en inglés y en español y conmueve a los jóvenes que no buscan el exotismo sino una música –fuerte y de buena calidad– que les permite volverse gitanos durante una noche por lo menos.

En Guadalajara, el concierto fue tal vez el más fino de la gira, a pesar de tratarse de un escenario equipado más bien para grupos de rock. En el teatro principal de Culiacán, Sinaloa, la relación entre la tambora local y la música de Goran provocó una respuesta “inédita”, según el promotor del Festival. En el Plaza Condesa la única falla fue no haber abierto un segundo concierto que seguramente hubiera llenado. En el pueblo de Metepec la locura febril fue tal vez la más grande de todos los conciertos. Uno de los soldados, ubicados en frente del escenario para ‘controlar’ la euforia del público, escuchaba a la banda serbia con asombro y luego empezó a manosear discretamente su rifle, como si fuera un saxofón

La mañana después del concierto en Cuernavaca, Goran se despertó tarde, mostrando el cansancio que nunca reveló en el escenario. Quería ir a Tepoztlán a comer, rumbo al aeropuerto. Allí, en una tienda, la señora que lo atendió lloró al reconocerle. Tímidamente, pidió sacar una foto con él, lo cual, como siempre, aceptó con mucha gracia.

¿Qué es lo que provoca emociones tan profundas en públicos de diferentes edades en distintos extremos del mundo? Sin duda no se trata de una moda porque ya son casi 20 años desde que Goran se lanzó a la fama internacional con la banda sonora de ‘Underground’. Se podría hablar de la calidad de los músicos o de la capacidad de Goran de crear una música nueva empleando ingredientes regionales muy distintos. Sin embargo, la respuesta del mismo Goran es más directa: “La música es el primer idioma”, nos comentó en Guanajuato. “La música honesta proviene de los lugares en donde es imposible hacer transa”.

MARY FARQUHARSON, D.F. Octubre 2013

Goran por Michail Ognev

Champagne, fiesta y baile: Goran Bregović en la ciudad

A cinco años de su primer concierto en tierra mexicana, Goran Bregović (Sarajevo, 1950) regresa a la ciudad para contagiar nuevamente sus ritmos balcánicos y poner a bailar a cientos de personas, en una presentación que tendrá lugar el 18 de octubre en el Plaza Condesa. Platicamos con el músico sobre su próxima visita.

La música de Goran Bregovic ha cautivado numerosos escenarios de diferentes países. Nacido en Bosnia-Herzegovina, en la extinta Yugoslavia, la música de Goran es una encantadora mezcla de sonidos de bandas de aliento gitanas, polifonías tradicionales búlgaras, percusiones y un acento de rock –que impregna con su guitarra eléctrica– con las que cualquier cuerpo puede identificarse y comenzarse a mover.

En sus composiciones, el contexto sociopolítico de su país de origen es un elemento muy importante. “Mi música es un completo Frankenstein. Serbia es una región donde convergen el catolicismo ortodoxo y el islamismo. Por eso no hay nada puro en mi música y es inevitable que ésta sea una mezcla de culturas, en donde siempre se encontrarán influencias del ‘enemigo’, y el ‘enemigo’ descubrirá cosas nuestras en sus… sigue leyendo este artículo.

Fuente: Frente