Cuando Eduardo sacó a Salvador Tercero de su estudio de grabación

Festival Balagan Balkan, Sabo Tercero

Dueño de unos estudios de grabación en la Colonia Juárez, fundador y director de una exitosa escuela para ingenieros de sonido, Salvador Tercero ha sido el ingeniero de monitores para Luis Miguel, ha grabado discos para Armando Manzanero y muchos etcéteras más. Sin embargo, me ha acompañado –desde 1994– a diferentes estados de la República, grabadora en mano, creando estudios improvisados para registrar a grandes artistas como son Los Camperos de Valles y Chavela Vargas, entre otros. Aprovecho de este blog para revelar una faceta poco conocida –de grabador de campo– de un ingeniero muy querido y estimado en el medio.

Cuando empecé a realizar los viajes de grabación en 1972, el ingeniero siempre fue Enrique Ramírez de Arellano, académico como era yo en ese entonces, con trabajo previo en los estudios  de Phillips en Holanda y, con el tiempo una gran experiencia en realizar grabaciones de campo con equipo cada vez más sofisticado.

Cuando formamos Discos Corasón en 1992, Enrique grababa ya poco conmigo: había llegado el momento de necesitar a alguien que podía comprometerse profesionalmente, tal como yo lo había hecho cuando abandoné la biofísica en favor a la música tradicional. Conocí a Salvador Tercero cuando era el asistente de una figura ahora legendaria en el mundo de la grabación de audio: Francisco  Miranda. En 1994 le invité a acompañarme a San Luis Potosí, a Tamaulipas y al norte de Veracruz en donde grabamos a Los Camperos de Valles, a Perla Tamaulipeca y a unos magníficos cantantes que eran ganaderos de la isla de Juan A. Ramírez.

Caña con maracuyá, acompañimiento importante en las grabaciones de Los Camperos de Valles. Fue el primer viaje de campo de Salvador Tercero, 1994.

Caña con maracuyá, acompañimiento importante en las grabaciones de Los Camperos de Valles. Fue el primer viaje de campo de Salvador Tercero, 1994.

Marcos Hernández, director de Los Camperos, nos había hablado de estos dos hermanos que cantaban no profesionalmente sino por gusto. Uno de ellos tenía una carnicería en Pueblo Viejo y el otro se dedicaba tiempo completo a la ganadería. Llevé a Salvador y a Los Camperos a Pueblo   Viejo y nos presentamos con Cástulo en la carnicería. Esperamos la llegada del hermano ganadero en una cantina local en donde comíamos kilos de camarón para pelar. Pasaron las horas hasta las seis o siete de la tarde cuando apareció Narciso Pérez Maya, listo para hacer la grabación. Con cierta alegría nos dirigimos a un hotel abandonado en una colina del pueblo en donde Salvador había preparado un cuarto, lejos de cualquier sonido ajeno. Con Marcos en la huapanguera y Goyo en la jarana, su compadre Joel Monroy en el violín, grabamos estas increíbles voces de falsete huasteco y quiero pensar que abrimos un poquito más los gustos musicales del flamante grabador de campo.

Salvador estaba un poco nervioso, me recuerdo, sacado de su mundo, pero su capacidad natural con la gente, junto con su maestría técnica, aseguraba que el viaje fuera productivo y divertido (la combinación es importante). Trajimos muchos kilos de acamayas y material que luego produjimos en una antología del son huasteco que se llama ‘El caimán’. Fue cuando descubrí  la capacidad de Salvador como editor, la cual maneja con gran acierto por la musicalidad natural que tiene.

Un año después me acompañó a grabar a un grupo jarocho, para incluirlo en el disco ‘La iguana’, aunque el viaje fue de otro estilo ya que el grupo recién había emigrado a Cancún y el mayor problema fueron las hordas de Spring Breakers que habían invadido la ciudad y sus playas. Como grabamos en un hotel del pueblo, tuvimos que cubrir las ventanas con colchones para aislarnos de los gritos histéricos de los turistas.

Salvador preparando la grabación de campo con Los Camperos de Valles

Salvador preparando la grabación de campo con Los Camperos de Valles

Para realizar una grabación de campo se requiere de buen equipo –por supuesto– pero también de un buen entendimiento entre productor, grabador y músicos, que incluye un conocimiento amplio por parte del productor de la música que quiere grabar y una gran empatía con el grupo musical. Para mí esta confianza humana y profesional entre los participantes en la grabación es lo más importante. De hecho, el mito del gran estudio puede, en algunos casos, convertirse en una inhibición para la expresión máxima de la música tradicional. Esto está cambiando con las nuevas generaciones de músicos pero hace 20 años solíamos lograr una mejor calidad de grabación llevando el equipo a las casas o locales de la región en vez de invitar a los músicos a grabar en un estudio de la capital. Fue más costoso en términos económicos pero valía la pena. El interés finalmente es registrar la cultura musical de los intérpretes en las condiciones idóneas para ellos y no la imposición de un ambiente que solo el grabador conoce.

Los Macorinos, guitarristas de Chavela Vargas, escuchan con Salvador material grabado en Morelos 2012.

Los Macorinos, guitarristas de Chavela Vargas, escuchan con Salvador material grabado en Morelos 2012.

La más importante grabación de campo que ha hecho Salvador conmigo durante todos estos años fue en 2011 cuando Chavela Vargas pidió que la grabara en Morelos en vez de viajar a un estudio en el Distrito Federal. Salvador, y su asistente Andrés Salgado, llevaron el equipo profesional para asegurar la calidad del sonido y armamos el estudio en una casa de Tlayacapan. Con la montaña llamada Cihuapapalotzin (La Mujer Mariposa) de frente, Chavela recitaba el poema de Federico García Lorca “Volaré por el hilo de plata” mientras que grabamos a sus dos guitarristas en otro cuarto, conectados con la diva por medio de televisión y líneas de audio.

Salvador  graba a Chavela Vargas, en Morelos, 2012Después de cada tema, nos reuníamos todos para revisar la grabación y repetirla si fuera necesario. Por su edad y por la gran seriedad con la que trabajaba Chavela, hicimos unas seis grabaciones de esta manera, construyendo una y otra vez el estudio dentro de la casa de campo. Después de cada sesión hubo comidas largas y entretenidas con moles locales, los chistes cada vez más coloridos de Miguel Peña, talentoso guitarrista de Chavela y, frecuentemente, el canto gustoso de la diva misma. La ternura con la que Salvador trataba a Chavela, ya con sus 93 años encima, contribuyó a la gran calidad del disco terminado: ‘La luna grande, Homenaje de Chavela Vargas a Federico García Lorca’.

En abril de 2012 lanzamos el disco en el Palacio de Bellas Artes, con Salvador como ingeniero, y este concierto resultó ser el ganador de la Luna del Auditorio en la categoría de Mejor Concierto de Música Iberoamericana. Hizo un trabajo igual de brillante con los dos Festival Balkan que produjimos en el Plaza Condesa.

 

Lo que no hemos mencionado es la faceta de Salvador Tercero como maestro. Su escuela Sala de Audio (Dinamarca #83, Colonia Juárez (www.saladeaudio.com.mx) acaba de abrir sus nuevas instalaciones que son impecables. El ambiente refleja la personalidad y profesionalismo de Salvador. Ojalá que decida preparar a sus estudiantes también en el arte de grabar fuera del estudio para que la música tradicional mexicana cuente con una nueva generación de grabadores sensibles y creativos.